El jazz no se escucha, pero se ve. No es preciso que Dexter Gordon coloque los labios sobre la boquilla de su saxo para que su música inunde la sala con la cadencia y la elegancia con la que se eleva el humo de su cigarrillo dibujando en el espacio las notas desordenadas de su partitura interior, esa que no necesita de ligaduras, ni síncopas, ni claves imposibles, esas notas infinitas que salen del alma y le dejan a uno vacío por dentro y melancólico por fuera, ajeno a cualquier atisbo de vida que se produzca a su alrededor, con la mirada perdida entre luces y sombras, suplicando que uno de sus compañeros dé la entrada de una nueva pieza para sumergirse de nuevo en su universo material y sufrir esa metamorfosis brutal que tiene lugar cuando el jazz que se ve, se transforma en el jazz que se escucha.
Hoy, 27 de febrero de 2010, Dexter Gordon hubiera cumplido 87 años.
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