José Tomás, le odio. Odio sus
silencios, esos vacíos argumentales que deja en las almas desvaídas de una
afición huérfana de mitos, carente de respuestas, deseosa de palabras concretas
que aclaren el porqué de su mutismo, de palabras que señalen, que desenmascaren
a los responsables de que José Tomás,
no quiera o no pueda torear en las principales plazas de España.
Odio sus palabras, porque no
las llego a comprender, no comprendo como puede perdonar a “Navegante”, ese
toro que le quiso quitar la vida en Aguascalientes, no entiendo como puede
pensar que aquella cornada fraticida suponía el tributo que debe pagar por todo
lo que los toros le dan a su existencia y por encima de todo, que usted lo vea
como algo normal, y sea capaz de estar feliz por “volver a vestirte de luces
y liarte el capote de paseo para seguir pisando el terreno de la libertad. La libertad que se siente en el ruedo
poniendo la vida en juego pero eso sí, a cambio de más vida todavía, la que nos
regaláis (en referencia a los toros) con la posibilidad de
templar vuestras embestidas despacito, muy despacito”. Como usted dijo en
el discurso de entrega del Premio Paquiro que le otorgó El Cultural de el
diario El Mundo y cuyo importe económico, 300.000 euros, donó íntegro a varios
comedores sociales, para paliar los duros momentos que viven los más
desfavorecidos.
Odio sus ausencias, no soporto
ver los carteles de Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao o Logroño y no
encontrar su nombre entre los elegidos, pero todavía odio más a los empresarios
de dichos cosos que son incapaces de contratarle, para hacer el paseíllo en sus
plazas, aludiendo como excusa el vil metal. Quizás en estos momentos no seamos
capaces de asimilar tan dolorosas ausencias y deba pasar el tiempo para darnos
cuenta de que fueron tan dolorosas como necesarias, como ha ocurrido con su
lucha, prácticamente en solitario, por sus derechos de imagen, a la que ahora,
diez años más tarde, parecen unirse el
grupo de “indispensables”.
Odio sus presencias, Badajoz,
Huelva, Nimes... con el toro de Badajoz, el toro de Huelva y el toro de Nimes.
Las tres escogidas como las favoritas del Sultán, qué tienen ellas que no
tengan las demás, por qué cada una se
encuentra a más de ochocientos kilómetros de mi casa. Por qué en cada una de
ellas la gente pasará noches en vela para conseguir una entrada, qué tiene usted que no tengan los demás, qué
hace que un pueblo o una ciudad sienta su presencia como un acontecimiento
único y sus calles, sus bares, sus restaurantes, sus hoteles, se llenen de
almas fervientes que esperan con ansia
que llegue la hora del festejo como el que espera el Maná sanador en medio del
desierto.
Odio su lucha por Barcelona, ésa
agonía que de no ser por usted, no hubiese sido tan dolorosa, porque La
Monumental se moría de muerte natural en el más profundo de los abandonos, los
toros hubiesen pasado a mejor vida en esa parte de España y a nadie le hubiera
molestado lo más mínimo, exceptuando a los buenos aficionados catalanes, pero
usted se tuvo que meter por medio, eligió el coso de la Avenida del Mar como
escenario de su reaparición, un 17 de junio de 2007, tras cuatro años de
ausencia de los ruedos, ése día se volvió a llenar La Monumental de aficionados
y de ilusión, al igual que en 2008 cuando indultó a “Idílico” ejemplar de Núñez
del Cuvillo con el que demostró que los toros son vida y no muerte. Pero todo
eso supondría a la postre alargar la agonía, ya que desde hacía tiempo los
toros en Cataluña arrastraban un pesado y molesto yugo de oscuras traicionases
políticas, nacionalismos sin escrúpulos, desidia del sector y malas artes en
general. Ahí quedan enterradas para siempre las lágrimas de Serafín Marín, el
torero catalán la tarde del adiós “definitivo” a su lado , lágrimas de soledad
en una lucha mano a mano a la que algunos se quisieron sumar cuando ya era
tarde, cuando ya todo era inútil, algunos a los que no se les cayeron los
anillos por pasearse a hombros de los
aficionados por las calles de Barcelona camino del hotel Señera en mano.
Artículo publicado en el libro de fiestas de la Asociación Taurina El Toril de Alfaro.
Foto: Rafael Sánchez Pulido
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