Los Veragua de Prieto de La Cal no cumplieron con las amplias expectativas que habían creado desde que ayá por el mes de enero se anunció su presencia en el ciclo zapateril. Los deseos y las ansias de ver como los jaboneros de La Ruiza desparramaban su casta por el Arnedo Arena se fueron esfumando a medida que saltaban al ruedo los bonitos y musculados novillos de don Tomás Prieto. Salvo excepciones como los dos primeros y el cuarto, que sin ser un dechado de virtudes si que tuvieron su emoción y su lidia, pero que ni Alberto Durán ni Emilio Huertas ni Javier Jiménez, supieron dárselas, quizás más sugestionados por el hierro de sus oponentes que por sus verdaderas condiciones. El resto del festejo transcurrió bajo la pesadumbre y sosería de unos novillos de los que se esperaba un comportamiento totalmente contrario al que desarrollaron. No fue lo que se esperaba pero si a alguien se le puede perdonar semejante fiasco es a la divisa onubense que lleva décadas luchando por la conservación de un encaste único sin importarle otra cosa que criar sus reses con la decencia y dignidad que en su día representó el oficio de ganadero de bravo.
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