Buena tarde de toreo a caballo en la Ribera, únicamente empañada como el resto de la feria por el mal manejo de los aceros por parte de los caballeros rejoneadores.
Joao Moura dió una aténtica lección de toreo sobrio y sin alharacas, dejándose llegar mucho a los toros, dominando con maestría terrenos y querencias y clavando siempre con certeza en lo alto del morrillo, mató a la última siendo silenciada su labor.
Pablo Hermoso de Mendoza, cortó una oreja de su segundo, quebró con gusto sobre Van Gogh, pero fue con Pata Negra donde su faena llegó más a los tendidos, metido entre los pitones para clavar las cortas y rematar con Pirata en un par a dos manos.
Lo más torero de la tarde corrió a cargo del riojano Sergio Domínguez a lomos de Gallito, un castaño morcillo con más arte y valor que muchos de los de a pié que se visten de luces con el que clavó dos banderillas al quiebro batiendo con limpieza en la misma cara y saliendo con templanza y ligazón del embroque en cada una de ellas. Pinchó antes del rejonazo y paseó una oreja de gran peso en el epílogo de una feria matea en la que ni los de a pié ni los de a caballo fueron capaces de abrir la puerta grande de la Ribera.
Sergio Domínguez con Gallito en la Ribera.
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