viernes, 18 de mayo de 2012

DOMINGO NAVARRO: NO SE VA, LO ECHAN


Un día aprendí que a los toreros no se les puede mentir, o por lo menos no se les debe, porque poder sí que se puede. Lo aprendí transitando coches de cuadrillas tras la corrida, habitaciones de hotel después de la ducha y cenas en restaurantes de carretera tras largas horas de viaje a la luz del desamparo, cuando el camino que queda por recorrer se presenta como un muro de granito infranqueable por el que no se consigue escalar ni a costa de dejarse las uñas del alma. 
En esos momentos comprendes que lo que estás escuchando corresponde a un guión establecido en una profesión cuyos valores, en muchos casos, se prostituyen al mejor postor y un contrato se convierte en un salvoconducto por el que muchos están dispuestos a interpretar el papel mitológico de Sísifo y enmascarar fracasos hasta convertirlos en triunfos no comprendidos por el respetable, mientras ellos tapados tras los burladeros no paran de cantar con un bieeeeeeeeeennnjjjj cada mal pase y cumplen su labor con los palos la, brega o la burocracia, con más apuros que solvencia.
También aprendí que no todos son mercenarios del parné y que a veces entre ésa calaña desalmada a la que me refiero, existen hombres sinceros a los que la posibilidad de un contrato no les ciega su pasión y son capaces de hablarle a un torero sin tapujos para decirle que así no se puede seguir, que esta tarde estuviste mal, muy mal, fatal. Ésos hombres engrandecen su profesión porque la viven desde la pasión y el amor que sienten cada instante que pasan ante la cara del toro y sus compañeros son, simplemente compañeros y no rivales, y los toreros a los que acompañan, son para ellos la continuación de su propio ser a los que mentirles u ocultarles la verdad sería como atentar contra su propia naturaleza.
Un día aprendí todo esto y a lo largo del tiempo he ido conociendo a alguno de estos héroes con nombre y apellidos como Raúl Aranda, Luis Miguel Villalpando, Víctor García "El Victor" o José Mari Fernández-Velilla, que nunca se vistió de luces pero no por ello deja de ser torero, quizás no sean muchos, pero son los que personalmente conocí y con ellos comprobé que lo anteriormente dicho se hacía realidad a través de sus hechos y sus palabras que lo mismo han alabado  virtudes que han censurado defectos. Hay otros casos en los que yo intuyo verdad y honor como en Luis Carlos Aranda que en la corrida Goyesca del 2 de mayo nos emocionó con un tercio de banderillas añejo y rebosante de torería y por supuesto Domingo Navarro, el tercero de plata que ofició tantas y tantas tardes de ángel de la guarda de sus compñeros estando siempre atento al quite milagroso, para mí el máximo exponente de la profesionalidad dentro de un ruedo. Ayer se filtraba la noticia de que el torero de plata, dejaba la profesión, que abandonaba porque le falta pasión. La pasión que tantos años se transmitieron él y su maestro Esplá al que tanto acompañó, la pasión de predicar en el desierto y hacer gala de una actitud prácticamente en desuso que cada vez mira más por el rédito personal que por el colectivo. Hace poco me contó un torero de Camas, maestro de muchos pero admirado por pocos, que de esto nadie se va, lo echan. Pues valga tan acertada expresión para resumir el caso de Domingo Navarro, olvidado, apartado, ignorado..... en definitiva un iconoclasta del que nadie quiere consejo porque  algunos toreros prefieren palmeros de romería a  hombres que  canten las verdades por muy duras y sinceras que éstas sean.



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