Se contaron hasta diecinueve puyazos en la corrida concurso que la Casa Chopera organizó para celebrar el décimo aniversario de la inauguración de la única plaza que tienen en propiedad, La Ribera. Tres entradas cada toro y cuatro el de Alcurrucén que acabó ganando el concurso más por su comportamiento en el último tercio que por su acometividad a la hora de pelear en el peto. Lo que debería de ser una cosa habitual de cada corrida de toros, se ha convertido en algo extraordinario únicamente mostrado en las concurso. Los aficionados que medio llenaron los tendidos logroñeses, salieron de la plaza contentos y con una idea más o menos clara de lo que supone la bravura o la mansedumbre de un toro.
24 horas después de la concurso hicieron el paseíllo en La Ribera, Fandi, Manzanares y Perera acompañados de sus tres banderilleros, que lidiaron y banderillearon a sus correspondientes toros y de sus dos picadores, que vieron desde lo alto de sus monturas como se topaban una y otra vez contra sus petos unos dóciles Juan Pedros, sumisos, desolados, con el alma, las vértebras y el espíritu quebrantados antes de notar el acero de la puya en sus carnes escurridas. Se salvó ligeramente el 5º de la tarde que en el primero levantó por los pechos el caballo, pero sin más.
Manzanares tuvo el gesto de donar sus honorarios a la asociación Asprodema que ayuda a gente con problemas de discapacidad intelectual. La faena a su primero transcurrió entre altibajos algún muletazo bueno pero muy sueltos y dispersos, el toro enrazado seguía los engaños pero el alicantino nunca estuvo a gusto con él. Mató de un soberbio estoconazo en la suerte de recibir y paseó la primera oreja de la tarde. Su segundo derrochaba nobleza y codicia pero adolecía de la fuerza necesaria par desarrollarlas, Manzanares lo intentó por el pitón derecho pero la faena carecía de emoción y el torero tampoco le aportó el interés adecuado.
Perera desorejó al que cerraba plaza, un toro nobilísimo que llegó al último tercio literalmente sin picar. Le dio distancia en las dos primeras series por el pitón derecho, pero fue en la tercera donde realmente tiró del toro por abajo rematando una tanda con hondura y ligazón, la plaza entera se entregó al extremeño y cuando parecía que la cosa iba para lío gordo, éste optó por el meritorio arrimón y el repertorio populista, se lió con pases circulares, invertidos, manoletinas y toda clase de trapazos hacia el cielo que se pueda uno imaginar. Uno no se lo podía creer, pero el público enloquecía con cada "muletazo" de Perera hasta tal punto que pasados de sobra los diez minutos, el palco le mandó un aviso y el respetable casi se come al usía. Mató de estocada desprendida y se le concedieron como no podía ser de otra manera las dos orejas del Juan Pedro para el que incluso parte de la plaza pidió la vuelta al ruedo.
Sorprendió El Fandi en su primero poniendo un par cuadrando entre los pitones, hay quien dijo que fue el toro el que se cuadró, puede ser. Con la muleta, todo muy rápido, sin lucimiento, sin emoción, el toro noble y manejable perseguía la muleta del granadino, pero la muleta del granadino en vez de templar la embestida parecía huir de su acometida. Hubo petición totalmente minoritaria y el premio se quedó en las palmas. Su segundo no se tenía en pie, la presidencia le debería de haber otorgado la invalidez total sacando el pañuelo verde, así por lo menos, hubiésemos visto al sobrero de Torrealta que, a punto de cumplir seis añitos, lleva cinco días seguidos siendo enchiquerado como sobrero a la hora del apartado y de seguir otro día más me lo veo de aspirante en alguna limpieza de corrales que organicen los Chopera por alguna plaza de su jurisdicción, como el toro de Ortigao Costa que le otorgaron a Diego Urdiales en la concurso que conocía más plazas que mi tío el reventa. Así salío de avispado, me refiero al toro no al tío.
24 horas después de la concurso hicieron el paseíllo en La Ribera, Fandi, Manzanares y Perera acompañados de sus tres banderilleros, que lidiaron y banderillearon a sus correspondientes toros y de sus dos picadores, que vieron desde lo alto de sus monturas como se topaban una y otra vez contra sus petos unos dóciles Juan Pedros, sumisos, desolados, con el alma, las vértebras y el espíritu quebrantados antes de notar el acero de la puya en sus carnes escurridas. Se salvó ligeramente el 5º de la tarde que en el primero levantó por los pechos el caballo, pero sin más.
Manzanares tuvo el gesto de donar sus honorarios a la asociación Asprodema que ayuda a gente con problemas de discapacidad intelectual. La faena a su primero transcurrió entre altibajos algún muletazo bueno pero muy sueltos y dispersos, el toro enrazado seguía los engaños pero el alicantino nunca estuvo a gusto con él. Mató de un soberbio estoconazo en la suerte de recibir y paseó la primera oreja de la tarde. Su segundo derrochaba nobleza y codicia pero adolecía de la fuerza necesaria par desarrollarlas, Manzanares lo intentó por el pitón derecho pero la faena carecía de emoción y el torero tampoco le aportó el interés adecuado.
Perera desorejó al que cerraba plaza, un toro nobilísimo que llegó al último tercio literalmente sin picar. Le dio distancia en las dos primeras series por el pitón derecho, pero fue en la tercera donde realmente tiró del toro por abajo rematando una tanda con hondura y ligazón, la plaza entera se entregó al extremeño y cuando parecía que la cosa iba para lío gordo, éste optó por el meritorio arrimón y el repertorio populista, se lió con pases circulares, invertidos, manoletinas y toda clase de trapazos hacia el cielo que se pueda uno imaginar. Uno no se lo podía creer, pero el público enloquecía con cada "muletazo" de Perera hasta tal punto que pasados de sobra los diez minutos, el palco le mandó un aviso y el respetable casi se come al usía. Mató de estocada desprendida y se le concedieron como no podía ser de otra manera las dos orejas del Juan Pedro para el que incluso parte de la plaza pidió la vuelta al ruedo.
Sorprendió El Fandi en su primero poniendo un par cuadrando entre los pitones, hay quien dijo que fue el toro el que se cuadró, puede ser. Con la muleta, todo muy rápido, sin lucimiento, sin emoción, el toro noble y manejable perseguía la muleta del granadino, pero la muleta del granadino en vez de templar la embestida parecía huir de su acometida. Hubo petición totalmente minoritaria y el premio se quedó en las palmas. Su segundo no se tenía en pie, la presidencia le debería de haber otorgado la invalidez total sacando el pañuelo verde, así por lo menos, hubiésemos visto al sobrero de Torrealta que, a punto de cumplir seis añitos, lleva cinco días seguidos siendo enchiquerado como sobrero a la hora del apartado y de seguir otro día más me lo veo de aspirante en alguna limpieza de corrales que organicen los Chopera por alguna plaza de su jurisdicción, como el toro de Ortigao Costa que le otorgaron a Diego Urdiales en la concurso que conocía más plazas que mi tío el reventa. Así salío de avispado, me refiero al toro no al tío.
el titulo esta muy bien. asi la gente puede ver la diferencia.
ResponderEliminarel aficionado que se quiera engañar que se engañe. y para los isidros del lugar, al menos darles pie para hacerse varias preguntas.
Bien visto Luiggi.
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