Álvaro Acevedo debutaba ayer en el ciclo de conferencias del Club
Taurino de Alfaro su exposición apocalíptica no tuvo desperdicio, fue
un placer, aunque parezca una contradicción, escuchar a través de sus
palabras precisas e intencionadas, el lamentable estado en el
que se encuentra la "Fiesta". No entraré en detalles ni arruinaré
titulares de prensa, pero es penoso que una opinión tan certera como la
de Álvaro Acevedo no tenga cabida en ninguna cabecera taurina nacional,
exceptuando Cuadernos de Tauromaquia, una joya literaria que autoedita
con el sudor de su frente, el ingenio de su despejada cabeza, el gusto
por las formas y poco más, y que como los encastes minoritarios tiende a
su desaparición a no ser que románticos como Álvaro sigan apostando por
su continuidad, porque hoy en día la gente busca la reseña rápida, la
crónica exprés, el resultado final en un tweet de 140 caracteres y nos
importan cada vez menos las opiniones, razonamientos, conceptos o
historias personales. Cuadernos de Tauromaquia no denuncia injusticias,
pero sus lectores son capaces de adivinarlas entre sus páginas, no hace
apología de ningún torero, pero a todos nos queda claro quién es
merecedor de ocupar su portada y por qué, no desecha ganaderías por su
encaste ni su procedencia, pero queda claro en sus reportajes que la
principal cualidad de un toro es su bravura.
Sin apenas
ingresos por publicidad y prácticamente deficitaria, más de uno, toreros
incluidos, se preguntan por qué Álvaro Acebedo no la cierra y se olvida
de quebraderos de cabeza y sufrimientos. Yo puedo adivinar sus motivos:
Álvaro Acevedo cree en Cuadernos de Tauromaquia y la edita, ya no para
disfrute de todos los muchos o pocos que la compramos, sino para gozo
personal, porque tiene que ser un auténtico "masaje erótico" el tener
en sus manos el primer ejemplar que sale calentito de imprenta y
contemplar que lo que tienes entre manos es el trabajo que tú querías
hacer, que las entrevistas son las que a ti te gustaría leer, que las
fotos son las que a ti te gustaría contemplar, que las opiniones son las
que tú has querido plasmar y todo ello desde la libertad que te da tu
independencia, el no deberte más que a tí mismo, como muy pocos lo
pueden hacer, el escribir con la cintura y con las manos flojas, como
dices que torea Diego Urdiales, el opinar sin miedo a represalias que al
fin y al cabo es como el arte con valor que nadie ve en Morante, el
dignificar tu profesión como hace José Tomás.
Fue un
placer escuchar a Álvaro Acevedo ayer en Alfaro y compartir de nuevo mesa y mantel con mis amigos alfareños, pero a la vez fue una
pena tener que digerir que los que de verdad sustentan los hilos de la
tauromaquia, los que se están cargando poco a poco el invento, son los
que están expoliando nuestro patrimonio material. QUÉ PLACER Y QUÉ PENA.
Foto dcha: Portada del último nº de Cuadernos de Tauromaquia con el Premio Nóbel Mario Vargas LLosa.
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