Decepcionaron ayer los Cebada Gago en Arnedo, bueno decepcionaron a los que esperaban o esperábamos que el comportamiento de los novillos llegados desde Cádiz hiciésen recordar a aquellos Cebadas que tantas tardes de Gloria dejaron escritas en la historia del Zapato de Oro y que seguro que cuando vuelvan a encontrar ése camino que conduce a la casta y la bravura lo volverán a conseguir. Ayer dejaron patente sobre el ruedo del Arnedo Arena, que andan algo escasos de ambas cosas, sobre todo en el último tercio, en el que sin llegar a mansear escandalosamente, no desarrollaron ese punto de raza que se espera de su sangre mitad Núñez, mitad Domeq vía Jandilla. Apenas pelearon en varas, se pusieron complicados en banderillas y protestaron en exceso en la muleta. Ante este panorama, Gómez del Pilar, Rafael Cerro y Tomás Angulo podrán decir que poco más se pudo hacer, aunque siempre se puede, o se debe, hacer más, sobre todo si está en juego un Zapato de Oro, que aparte de dar prestigio, es capaz por sí solo de relanzar la carrera de su ganador.
Gómez del Pilar quizás tuvo en suerte al de mejor condición de la tarde, el que abría plaza, noble y con clase, pero una lesión en una mano hacía que el novillo se venciese una y otra vez al intentar perseguir la muleta, su segundo se quedaba corto por ambos lados y fue incapaz de romper hacia adelante.
Rafael Cerro, dejó buenas sensaciones con su primero, templando con el capote y quitando por chicuelinas, ya en la muleta el toro desarrolló un molesto cabeceo difícil de corregir, Rafael lo intentó, pero el Cebada no quería llegar hasta el final del muletazo, bonito fue el final por molinetes, su segundo le dio muy poquitas opciones, totalmente parado y sin ninguna transmisión no paró de defenderse a base de continuos cabezazos.
Tomás Angulo cortó un oreja del que cerraba plaza, un novillo que se desplazaba pero que soltaba en exceso la cara a la hora del embroque, consiguió componer varias series por ambos pitones con más emoción que lucimiento antes de que el novillo se viniera abajo y se pusiese a la defensiva, mató de estocada casi entera, entrando muy recto, lo que le valió el apéndice del novillo, en su primero había pasado inadvertido con un flojo Cebada que se metía continuamente por dentro y que embestía por encima del estaquillador.
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