viernes, 14 de septiembre de 2012

JOSÉ TOMÁS: LE ODIO


José Tomás, le odio. Odio sus silencios, esos vacíos argumentales que deja en las almas desvaídas de una afición huérfana de mitos, carente de respuestas, deseosa de palabras concretas que aclaren el porqué de su mutismo, de palabras que señalen, que desenmascaren a los responsables de que  José Tomás, no quiera o no pueda torear en las principales plazas de España.
Odio sus palabras, porque no las llego a comprender, no comprendo como puede perdonar a “Navegante”, ese toro que le quiso quitar la vida en Aguascalientes, no entiendo como puede pensar que aquella cornada fraticida suponía el tributo que debe pagar por todo lo que los toros le dan a su existencia y por encima de todo, que usted lo vea como algo normal, y sea capaz de estar feliz por “volver a vestirte de luces y liarte el capote de paseo para seguir pisando el terreno de la libertad.  La libertad que se siente en el ruedo poniendo la vida en juego pero eso sí, a cambio de más vida todavía, la que nos regaláis (en referencia a los toros) con la posibilidad de templar vuestras embestidas despacito, muy despacito”. Como usted dijo en el discurso de entrega del Premio Paquiro que le otorgó El Cultural de el diario El Mundo y cuyo importe económico, 300.000 euros, donó íntegro a varios comedores sociales, para paliar los duros momentos que viven los más desfavorecidos.
Odio sus ausencias, no soporto ver los carteles de Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao o Logroño y no encontrar su nombre entre los elegidos, pero todavía odio más a los empresarios de dichos cosos que son incapaces de contratarle, para hacer el paseíllo en sus plazas, aludiendo como excusa el vil metal. Quizás en estos momentos no seamos capaces de asimilar tan dolorosas ausencias y deba pasar el tiempo para darnos cuenta de que fueron tan dolorosas como necesarias, como ha ocurrido con su lucha, prácticamente en solitario, por sus derechos de imagen, a la que ahora, diez años más tarde,  parecen unirse el grupo de “indispensables”.

 Odio sus presencias, Badajoz, Huelva, Nimes... con el toro de Badajoz, el toro de Huelva y el toro de Nimes. Las tres escogidas como las favoritas del Sultán, qué tienen ellas que no tengan las demás,  por qué cada una se encuentra a más de ochocientos kilómetros de mi casa. Por qué en cada una de ellas la gente pasará noches en vela para conseguir una entrada,  qué tiene usted que no tengan los demás, qué hace que un pueblo o una ciudad sienta su presencia como un acontecimiento único y sus calles, sus bares, sus restaurantes, sus hoteles, se llenen de almas fervientes  que esperan con ansia que llegue la hora del festejo como el que espera el Maná sanador en medio del desierto. 

Odio su lucha por Barcelona, ésa agonía que de no ser por usted, no hubiese sido tan dolorosa, porque La Monumental se moría de muerte natural en el más profundo de los abandonos, los toros hubiesen pasado a mejor vida en esa parte de España y a nadie le hubiera molestado lo más mínimo, exceptuando a los buenos aficionados catalanes, pero usted se tuvo que meter por medio, eligió el coso de la Avenida del Mar como escenario de su reaparición, un 17 de junio de 2007, tras cuatro años de ausencia de los ruedos, ése día se volvió a llenar La Monumental de aficionados y de ilusión, al igual que en 2008 cuando indultó a “Idílico” ejemplar de Núñez del Cuvillo con el que demostró que los toros son vida y no muerte. Pero todo eso supondría a la postre alargar la agonía, ya que desde hacía tiempo los toros en Cataluña arrastraban un pesado y molesto yugo de oscuras traicionases políticas, nacionalismos sin escrúpulos, desidia del sector y malas artes en general. Ahí quedan enterradas para siempre las lágrimas de Serafín Marín, el torero catalán la tarde del adiós “definitivo” a su lado , lágrimas de soledad en una lucha mano a mano a la que algunos se quisieron sumar cuando ya era tarde, cuando ya todo era inútil, algunos a los que no se les cayeron los anillos por pasearse a  hombros de los aficionados por las calles de Barcelona camino del hotel Señera en mano.

José Tomás, odio sus formas, su fondo, su liturgia, su cadencia, su temple, su disciplina, su valor, su compromiso, su quietud, su mirada, su generosidad, sus gestos, sus latidos,   sus bordados, sus brindis, sus capotes, sus muletas, sus espadas, sus vestidos de torear, odio su manera de liarse el capote de paseo,  odio su forma de caminar al hacer el paseíllo, odio sus lances a la verónica, los terrenos por los que habita, odio que prefiera la cornada al paso atrás, odio sus naturales eternos, odio sus salidas a hombros... Le odio  física y metafísicamente, odio su ser y su existencia, odio tener que justificar sus silencios, sus palabras, sus ausencias, sus presencias, sus luchas y todo cuanto le rodea. Le odio José Tomás, hombre, torero, mito, persona, le odio y le seguiré odiando porque le admiro, le odio y le seguiré odiando porque la afición le sigue esperando y le odio y le seguiré odiando porque jamás, ni en esta vida, ni en las que me queden por vivir, seré capaz de parecerme  lo más mínimo a su persona. José Tomás, le odio.

Artículo publicado en el libro de fiestas de la Asociación Taurina El Toril de Alfaro.


Foto: Rafael Sánchez Pulido

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