sábado, 25 de diciembre de 2010

CADA LOCO CON SU PUREZA


Allí estábamos, una cuadrilla de locos, cada uno con su tema, pero todos con uno en común, los toros, la pasión por los toros y por nuestros toreros, Diego Urdiales y Sergio Domínguez. Compartimos las ondas hercianas de Punto Radio en el programa Sol y Sombra que dirige Pablo García Mancha y nos empapamos en las coberturas de chocolate que crea el cheff de los postres Juan Ángel Rodrigálvarez de Pastelería Viena. Nos explicó con el temple y la paciencia de los buenos lidiadores que la cobertura biene a ser la excelencia del chocolate, algo parecido a lo que suponen Diego y Sergio en la historia taurina riojana. Los bombones una delicia, expectacular el de aceite de oliva, que al deshacerse en el paladar mezcla la dulzura del chocolate con un toque salado y amargo de la arbequina y te sumerje en una explosión sensorial eléctrica y brutal similar a uno de esos quiebros de Sergio a lomos de Gallito que transmite a los tendidos la torería gitana de un caballo que se sabe un genio y que en manos de otro genio como Sergio están llamados a conquistar los exquisitos paladares de los aficionados más selectos.

Diego Urdiales, Juan Ángel Rodrigálvez y Sergio Domínguez

Tras la orgía golmaja de pastelería Viena nos trasladamos a un céntrico restaurante logroñés para cenar, curiosamente con el postre ya tomado. Otra sorpresa nos tenía deparada la velada, en una mesa adyacente se encontraba el bodeguero, enólogo y viticultor Miguel Ángel de Gregorio, manchego de nacimiento pero riojano de pura cepa propietario de la bodega Finca Allende, Miguel Ángel, nos contó anécdotas taurinas y nos brindó la oportunidad de catar una selección de vinos increíbles que él mismo había seleccionado para sus comensales, blancos del Piamonte italiano, tempranillos del Toboso, Riberas del Duero sorianos, un Calvario que no fue tal pero que estaba superior y de nuevo la excelencia en forma de vino, un Aurus de 2004 posiblemente el mejor vino de la historia, un vino que no hace falta sacarle matices ni aromas ni gusto en el paladar porque con sólo rozar tus papilas gustativas ya comprendes que se trata de algo sobrenatural, algo arrebatado a la naturaleza por las manos de un alquimista del vino, algo comparado a aquel natural eterno de Diego Urdiales en las pasadas Corridas Generales de Bilbao 2010 ante un Victorino, un natural que detuvo el tiempo y que nos hizo levitar por la arena cenicienta de Vista Alegre imnotizados por los vuelos de la muleta de un torero con los talones continuamente asentados al borde del precipicio.


Tras la cena, los vinos, los cafés y apoderados por la euforia como el torero que se sabe con el triunfo en sus manos y se recrea abandonando su cuerpo y su alma al devenir de las musas, nos sumergimos en el tema. Y apareció la pureza. Existe o no existe. El torero es puro o es impuro. El arte tiene puereza o no la tiene. Yo a estas alturas no tengo claro ni una cosa ni la otra y como no me gusta discutir le doy la razón a los que dicen que la pureza existe y no se la quito a los que afirman que la pureza deja de existir en el momento que el arte evoluciona. Lo que si tengo claro es que el toreo es grandeza porque es capaz de juntar en una mesa a ocho locos con su tema, Isabel, Pablo, Arsenio, Gonzalo, Isidro, Diego, Sergio y servidor y ser capaces de deleitarnos con las pasiones reencarnadas en libro de Pablo y su Santísima Trinidad o el arte atrapado en el tiempo por el objetivo discreto de Arsenio Ramírez, pero sobre todo es grandeza por la calidad humana de todos ellos y en especial de dos genios, Diego Urdiales y Sergio Domínguez.


Foto de Arse y Azpi de porlasrutasdeltoro.com

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