miércoles, 3 de noviembre de 2010

ADRIÁN GÓMEZ.

La muerte no le esperaba a las cinco de la tarde.
Ni le esperaban los sones del bordón, a las cinco de la tarde.
Pero la muerte si que puso huevos en la herida.
Una herida maldita, sin sangre, sin gangrena pero con dolor, mucho dolor.
Un dolor intenso de dos años de ocasos y olvido.

Como escribe Paco Aguado en su columna "En el sitio" de Burladero.com, nos olvidamos de Adrián Gómez. Todos cumplimos el día del homenaje, a todos se nos saltaron las lágrimas al verle hacer el paseíllo junto a sus amigos, su mujer y su hijo. Pero una vez que se apagaron las luces y los taquígrafos lo abandonamos a su desdicha. Si el fatídico día del percance hubiese muerto en la arena, hoy sería un héroe, un mártir, hubiese sido portada de todos los noticieros ávidos de sangre, pero ese día la desgracia hizo que quedase tetrapléjico, postrado en una silla de ruedas y éso apenas interesa a nadie, pero los aficionados sabemos que para un torero ese percance, supone la mayor de las derrotas, física y moral. Ayer de madrugada fallecía Adrián Gómez, un héroe tan necesario como la mayor de las figuras y que pese a todo lo padecido nunca tuvo una mala palabra contra su profesión porque para él era lo más bello de éste mundo.

ADRIÁN GÓMEZ. D.E.P.

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