domingo, 21 de marzo de 2010

ARNEDO ARENA Y DIEGO URDIALES: VIVIR Y SOÑAR

URDIALES SE CRECE FRENTE A JOSÉ TOMÁS

El pueblo de Arnedo, soñó un dia con un nuevo coso multiusos, que estuviese enclavado a orillas del Cidacos y a los pies del monte Isasa. Arnedo lo soñó un buen día y por fin lo hizo realidad en forma de la plaza de toros más bella y acogedora que se haya visto jamás, su nombre es Arnedo Arena y está construida con la ilusión y las manos de un pueblo trabajador y humilde que vive su pasión por los toros de una manera cabal y que es capaz en tiempos de absurdos debates e inoportunos decretos de pasar de las palabras a los hechos. Unos metros más arriba, se encuentra todavía la vieja plaza, viviendo su particular e irremediable aquelarre de sombras, las sombras, son malas compañeras cuando se ha vivido el esplendor y la plenitud de tardes de gloria y Zapato de Oro, la centenaria y coqueta plaza por la que tantas figuras del escalafón pasaron en forma de novilleros y la que tanto lloró la soledad y el olvido que vivía su torero Diego Urdiales. El diestro arnedano lloraba el toreo sobre su albero y enchiqueraba toros sin sombra a los que cortaba las orejas en perfectas faenas como las de hoy en la nueva plaza. Remeciendo el capote en sentidas verónicas, quitando por ajustadas chicuelinas y templando con su muleta la embestida del toro ausente. Ayer Diego Urdiales demostró haber superado su sombrío conjuro y lo demostró sin complejos, sin importarle que por delante suyo actuasen dos maestros como Aparicio y José Tomás.
Aparicio no estuvo confiado en ningún momento de la tarde, a su primero la poca fuerza que tenía se la quitó a base de tirones y enganchones. En su segundo dejó claras sus intenciones obligando al toro a acudir por segunda vez al picador cuando no le sobraba ni un ápice de fuerza, lo mejor la brevedad en todo.
José Tomás convulsionó la ciudad del Calzado desde el mismo día que se confirmó su presencia en el cartel inaugural. La máxima figura, el torero capaz de preferir la cornada a dar un paso atrás. El de galapagar llegó a Arnedo de la mano del Arnedano de Herce Jose Pedro Orío que le convenció dirigiendo sus propuestas directamente al corazón y no a la billetera, cosas que comúnmente son confundidas entre si.
Jose Tomás estuvo sincero en toda la tarde, fabricando en su primero una faena a base de detalles, desde las chicuelinas al paso para llevar al toro al caballo, hasta los naturales largos y las tandas por el pitón derecho, más profundas y rematadas. Falló con la espada y cortó la primera oreja del Arnedo Arena. En su segundo se inventó un trasteo ante un flojo oponente acortando las distancias y robándole los muletazos de uno en uno, volvió a fallar con los aceros y perdió otro apéndice.
Diego Urdiales fue profeta en su tierra y no se dejó comer el pan en su propia casa como otros. Cortó dos orejas de su primer oponente, un toro justo de fuerzas pero con el motor suficiente, el arnedano, siempre inteligente en sus lidias, no le forzó de inicio y lo fue metiendo en la muleta poco a poco a base de colocación y temple, el toro se vino arriba y entonces Urdiales, desplegó su auténtica tauromaquia, echando la muleta alante y embarcando las embestidas por detrás de la cadera, como lo hacía en la soledad de la vieja plaza. El toro parecía más profundo por el izquierdo y Diego, lo exprimió al natural en series hondas, limpias y bien rematadas. Al que cerraba plaza, lo recibió con un ramillete de verónicas acompasadas hasta sacarlo a los medios para vaciarlo con una media exquisita. El toro carecía de fuerza y recorrido y Urdiales optó por comerle terreno hasta meterse en el del toro haciendo un alarde de valor que en otras circunstancias hubiera correspondido a otro diestro. Pinchó y tras la estocada se cobró una oreja que junto a las dos del tercero hicieron historia convirtiéndose en la primera puerta grande del Arnedo Arena.


Artículo más reducido, publicado hoy en el diario El Mundo

Foto cedida por I.J. DEL PINO, El Monosabio

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